Tuve la fortuna de conocer Santorini, caminar por sus calles blancas y admirar sus atardeceres dorados. Pero ahora, con tristeza, me pregunto si fue la primera y última vez. No solo el turismo masivo amenaza su equilibrio, sino también la fuerza impredecible de la naturaleza.
Santorini, un destino que enamora con su belleza, hoy enfrenta una realidad inquietante. Desde hace meses, la isla experimenta constantes movimientos telúricos, generando temor entre sus habitantes. Muchos han comenzado a abandonar el lugar, preocupados por la posibilidad de un terremoto devastador o incluso la reactivación del volcán que le dio origen.
Es un recordatorio de lo frágil que puede ser la belleza que damos por sentada. Mi corazón está con quienes aún viven allí, con la incertidumbre de lo que pueda suceder. Ojalá la ciencia y la prevención puedan dar respuestas y soluciones para proteger este paraíso y a su gente.